
Puedo vivir sin ti. Puedo levantarme cada día sin tu abrazo de buenos días. Puedo dormirme tranquilamente sin tenerte a mi lado. No me moriré si no vuelvo a verte nunca más. Podría llegar a ser feliz si esta es la última conversación que tendremos. Puedo comer, correr, hablar, ver películas, escuchar música, leer, bailar y reír sin ti. Salgo de fiesta, conozco a otra gente, hago nuevos amigos y nuevas relaciones. Estoy rodeada de mis amigos y también de mi familia. Mi vida no te necesita. Yo no te necesito para nada, pero te quiero para todo.
Nos hicieron creer que en un universo infinito y en un planeta habitado por más de siete mil millones de personas estaba nuestra alma gemela, que nuestra media naranja, ese ser absoluto que nos completa, se encuentra entre esos siete mil millones de personas y que debíamos encontrarlo para ser felices. ¿Solo yo siento la presión? Teniendo en cuenta esto, lo más probable es que jamás llegues a conocer a la persona más compatible para ti, a no ser que creas en el destino o una fuerza superior que será la encargada de unir vuestros caminos y jamás os separará. En tal caso, puedes dejar de leer.
Frente a esta encrucijada solo hay tres caminos posibles: el primero y más pesimista, que jamás encontraremos a dicha persona y moriremos solos; el segundo, que seremos unos conformistas aceptando a alguien suficientemente bueno, o por último, podemos asumir que nosotros mismos ya estamos enteros, que no necesitamos a nadie que nos complete y que podemos ser felices, solos y libres. Todo ello no significa que rechacemos las relaciones y que tengamos que ser unos eternos solteros. Esto significa que tú no me completas, que yo no te completo y que no es necesario que carguemos en el hombro del otro nuestra capacidad de ser o no ser felices, porque tú no me haces feliz. Yo soy feliz.
Sé que puedo amarte a ti sin olvidarme de amarme a mí. Podemos ponerle etiquetas o no, poco importa. Quiero quererte mientras todavía soy dueña de mí misma. No me apetece formar nuestra vida. Ya tengo una vida y tú tienes la tuya, decidamos compartirla. Porque la verdad es que no necesito tus besos ni el sexo contigo, pero quiero besarte y que hagamos el amor. Quiero que seas mi elección y quiero que me elijas. No necesito un nosotros ni un nuestro, simplemente un tuyo y un mío en la misma habitación.